¿Por qué es importante abordar la violencia de género?¿Cómo hacerlo?
La salud puede ser definida como la situación de relativo bienestar físico, psíquico, social y ambiental; considerándola producto de la interacción permanente y recíprocamente transformadora entre las personas y sus ambientes humanos[1]. A partir de aquí, la violencia de género se plantea como un gran obstáculo que impide el desarrollo de dicha situación, se la debe entender como un problema grave que precisa de una respuesta rápida y eficaz por parte del Estado, y un profundo compromiso de todos los actores sociales.
Se entiende a la violencia de género como cualquier conducta que provoque un impacto físico o psicológico contra una persona, basándose fundamentalmente en la diferencia de género. Particularmente en la Ciudad de Buenos Aires, se estima que el 19% de las víctimas de agresiones familiares son hombres. Aún así, la respuesta debe ser considerando a toda la población afectada, ya que todos cuentan con los mismos derechos, incluyendo la salud. Que se entienda a la violencia de género como aquella ejercida contra las mujeres, implica comprenderla en el contexto de una desigualdad de género estructural, que atraviesa aspectos socioculturales, psicológicos, económicos, sexuales, educativos, etc.
En la Ley 26.485 de Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales se definen:
- Tipos de violencia: Física, Psicológica, Sexual , Económica y patrimonial, Simbólica
- Modalidades de violencia: Doméstica, Institucional, Laboral, Contra la libertad reproductiva, Obstétrica y Mediática.
A simple vista, estas categorizaciones derrumban el mito popular que sostiene que la violencia sólo es real en su dimensión física. Es cierto que es la más peligrosa, ya que en su máxima expresión alcanza la muerte de las víctimas. Sin embargo todo tipo y modalidad de violencia provoca un efecto negativo en la sociedad. De todas las modalidades reconocidas, el análisis se focalizará en la violencia doméstica.
Considerando el grado de impacto en la población, se comprende que la gravedad que presenta la violencia doméstica es alta. Se asocian a esta problemática otras como problemas interpersonales, depresión, suicidios, problemas con el uso de alcohol, violaciones, infecciones de transmisión sexual, embarazos no deseados, daños tanto psicológicos como físicos y finalmente la muerte.
Lamentablemente, la violencia de género en Argentina es muy frecuente. De acuerdo a la investigación presentada en el Mapa de la Violencia de Género en Argentina se señalan los siguientes datos:
- En todo el país, de 1997 a 2010 ocurrieron 6.077 homicidios de mujeres, que representan el 14% del total de homicidios. En el año 2010 fueron asesinadas 396, lo que significa una tasa de 1,9 cada cien mil mujeres.
- El 50% de los casos de homicidio de mujeres fueron motivados por violencia intrafamiliar, y sólo el 27% en ocasión de robo (en la Ciudad de Buenos Aires en el año 2010).
La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es la ciudad más poblada del país, se estima que cuenta con 2.890.151 habitantes y que el 54% de la población son mujeres. Según datos de la Oficina de Violencia Doméstica[2], desde 2008 a 2010 en la Ciudad de Buenos Aires:
- las personas afectadas fueron 13.238. De ellas, el 81% (10.663) son mujeres y el 19% (2.575) son varones.
- el grupo etario de mujeres más afectado es el de 30 a 39 años (28%) y el de varones es el de 0 a 18 años (66%).
- el total de personas denunciadas por ejercer violencia es de 10.342. De ellas, el 86% (1.492) son varones y el 14% (8.850) son mujeres.
- el 32% de las personas afectadas denuncia a su agresor como su expareja.
- el 90% denuncia sufrir violencia psicológica y el 68% denuncia violencia física.
- durante el 2016, hubo 8.655 casos denunciados ante la OVD.
Los datos surgen de un relevamiento realizado por la Oficina de Violencia Doméstica, a partir de la cual se puede hacer una estimación de cómo se distribuye la población afectada. Es complejo debatir sobre la prevalencia, puesto que no se conocen todos los casos reales y sólo se puede proyectar un número.
La violencia doméstica no es una problemática que presente una solución simple. Por el contrario, son tantos y tan variados los Determinantes Sociales de la Salud que están involucrados en la problemática, que se precisan modificaciones estructurales en la sociedad toda. No puede pensarse que exista una tendencia a la mejora sin considerar una intervención humana. Es fundamental, por lo tanto, la presencia de un Estado que garantice el tratamiento de dicha problemática con una respuesta ordenada, planificada y sistemática. La violencia de género, en general, supera a la política de cualquier gobierno e ingresa de lleno en la comunidad, exigiendo mantener una posición central de la agenda pública.
La demanda de una respuesta a esta problemática por parte de la población es discutible, ya que se conoce que no todos los casos de violencia doméstica a mujeres (en este caso también a hombres) son denunciados. Por lo que se infiere que el total de casos denunciados es solo una pequeña parte del total de casos existentes, ya que “tanto las denuncias policiales como las declaraciones en encuestas dependen de la voluntad de las víctimas de presentar su caso, la cual se ve limitada por el temor, la desconfianza y la vergüenza de las propias víctimas, por la inadecuación del personal y de los organismos encargados de recibir dicho tipo de denuncias, y por la cultura patriarcal que normaliza este tipo de violencia” (Fleitas Ortiz de Rozas & Otamendi, 2012).
Evidentemente la violencia doméstica no puede ser reducida a un modelo unicausal. El concepto que mejor pareciera analizar la problemática es el de Determinantes Sociales de la Salud, que permite diferenciar factores personales, sociales, económicos y ambientales que determinan la violencia doméstica. De acuerdo a Castellanos, se pueden identificar procesos generales del modo de vida de la sociedad en su conjunto, procesos particulares inherentes a las condiciones de vida del grupo analizado y procesos singulares relacionados con el estilo de vida personal. A partir de estas diferenciaciones, se puede analizar:
Referidos al modo de vida, existe una discriminación basada en supuestas diferencias de género referidas a la capacidad de desarrollarse en el ámbito laboral. Siguiendo estas ideas, se puede percibir un gran dominio masculino en puestos ejecutivos y gerenciales. Parte de una posible respuesta podría ser el tardío ingreso femenino al mercado laboral. A su vez, el rol de mujer fue modificándose a lo largo de la historia. Desde los inicios del Estado Argentino, tuvo más bien un rol secundario y muchas veces bastardeado. El dominio de un discurso patriarcal posibilitó que se establecieran diferencias de género y el posterior aumento de la violencia hacia las mujeres. Tanto en el país como en Latinoamérica, en las últimas décadas se perciben cambios en relación al rol de la mujer, si bien se mantiene un claro dominio masculino. Se añade a esto que, en términos educativos, se replican discursos que estimulan el poder, el control, la competencia, la dominación y el señalamiento de diferencias, más que de semejanzas. La modalidad de violencia mediática señalada por la Ley 26.485, implica la promoción de estereotipos que reproducen diferencias y dominación. En las sociedades patriarcales, las características masculinas se cristalizan en estereotipos que los hombres deben cumplir, por ejemplo el dominio a través de la sexualidad. Por lo general las debilidades y las vulnerabilidades se asocian a lo femenino, y a su vez a la incompetencia. En los casos más alarmantes la mujer suele recibir una condena social que la señala como culpable de la violencia sufrida.
Referidos a las condiciones de vida, el análisis implica conocer qué población en particular está más afectada. De acuerdo a la Oficina de Violencia Domestica, los barrios porteños más afectados son Lugano y Flores. Queda por fuera del trabajo investigar cuáles son las características de estas poblaciones, en donde se crean las condiciones necesarias para que la violencia de género marque una diferencia con respecto a otras poblaciones. Puede suponerse, sin datos que respalden la suposición, que un mayor nivel de pobreza, bajos ingresos y desocupación pueden ser señalados como factores de riesgo de violencia de pareja. Sin embargo la violencia de género, en todas sus modalidades, atraviesa a la sociedad en su conjunto, a todos los estratos sociales. En relación al grupo etario, el más afectado es el de mujeres de 30 a 39 años (28%) y el de varones es el de 0 a 18 años (66%). Es un dato fundamental para focalizar los programas a estos grupos, a la vez que se estimula la promoción y la prevención primaria de la salud.
En relación al estilo de vida, los factores individuales que sobresalen son los antecedentes familiares, el nivel de educación alcanzado, características biológicas personales tanto de víctimas como victimarios, historias y dinámicas familiares, abuso de sustancias tóxicas, entre otros. Como se mencionó, en este nivel es donde la violencia de género hacia mujeres toma su mayor gravedad. Los agresores suelen haber vivido situaciones de violencia antes y tener cierta dependencia afectiva, ser emocionalmente inestables, inseguros e impulsivos. Suelen trasladar situaciones que han sufrido en otros ámbitos en violencia hacia las mujeres. Las víctimas suelen manifestar que aun así prefieren quedarse con sus agresores, suelen reconocerse dependientes o mantener la relación para conservar la familia. En relación a lo antes mencionado, se supone la existencia de un círculo en el que la víctima no denuncia la violencia sufrida por miedo a nuevas represalias, amenaza mediante explícita o implícita. Por otro lado el control y el manejo de la economía del hogar por parte de los hombres, llamados padres de familia, también es un factor que estimula la desventaja de la mujer con respecto al varón; por consiguiente, la dependencia y limitación de sus recursos económicos.
Se puede pensar en que la respuesta que pretende dar el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se inscribe como una Política Pública Saludable, considerando que la política propuesta no se limita a mantener los servicios de salud, sino pretende transformar los efectos del ambiente, el factor socio-económico sobre la salud y la provisión de asistencia sanitaria.
A través de la Dirección General de la Mujer se han desarrollado Centros Integrales de la Mujer. El objetivo es prevenir y brindar asistencia integral a las mujeres víctimas de violencia doméstica. Está destinada a mujeres mayores de 21 años que sufran o hayan sufrido violencia y residan en la Ciudad de Buenos Aires. Este programa brinda espacios gratuitos de contención para las mujeres que padecen violencia en el ámbito doméstico a través de: entrevistas de orientación, asistencia psicológica individual y grupal, grupos de reflexión, talleres, asesoramiento legal sobre violencia familiar, derecho de familia y otras temáticas, patrocinio jurídico gratuito sobre cuestiones derivadas de violencia intrafamiliar, para personas de escasos recursos.
Un ejemplo es el Centro Integral de la Mujer Arminda Aberastury, que funciona hace quince años y orienta sus acciones a la prevención y la concientización de la violencia de género, la transformación de las mujeres en sus actividades diarias, y la promoción integral de la salud apuntando a mejorar su calidad de vida. Cuenta con actividades grupales que facilitan el abordaje de los condicionamientos de género, revisando mitos, mandatos, estereotipos y roles tradicionales, construcciones acerca de lo que se espera de las mujeres y posibilidades de transformación, entre ellas: talleres de reflexión, cine/debate, talleres creativos, talleres de narración oral.
La Dirección General de la Mujer cuenta además con una Casa de Medio Camino, en donde se promueve el proceso de integración en mujeres que hayan padecido violencia doméstica, desarrollando acciones positivas para su empoderamiento emocional, social y laboral por meo de talleres y cursos de capacitación. Es un espacio gratuito para mujeres mayores de 21 años que hayan padecido situaciones de violencia.
Otro programa que ofrece la ciudad a través de la Dirección General de la Mujer, es el de Asistencia a hombres violentos que brinda asistencia a hombres con problemas de violencia en el vínculo intrafamiliar, con el fin de lograr el cese de la violencia y la recuperación del equilibrio emocional. Está destinado a hombres mayores de 21 años que residan en la Ciudad de Buenos Aires, que hayan sido derivados de Juzgados, Instituciones de Salud y otras dependencias gubernamentales o no gubernamentales con dificultades de violencia en sus vínculos familiares. Durante el año 2013 participaron de este programa 242 hombres.[3]
Al margen de la violencia doméstica, se ha señalado la existencia de violencia económica y el factor económico como un determinante que posibilita la diferencia de género y la posterior violencia que sobre ella se edifica. En continuidad con este planteo, se lleva a cabo el programa de Inserción de la Mujer en la Economía. El objetivo es motivar, capacitar, brindar asistencia técnica a mujeres en busca de salida laboral autogestiva, que quieran realizar emprendimientos rentables y sustentables en el tiempo. Se ofrecen talleres de comercialización, emprendimientos y marketing personal.
Según datos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en el año 2013 los Centros Integrales de la Mujer asistieron y acompañaron durante todo el año a casi 2.400 mujeres, aproximadamente un 85% de las mujeres sufren violencia dentro del entorno de una convivencia y se brindaron más de 21.300 atenciones donde casi un 49% de las mismas corresponden a asistencias psicológicas y el 19,6% a algún tipo de asesoramiento legal.[6]
Se puede entender que los programas desarrollados por el Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad de Buenos Aires intentan inscribirse en un modelo Social Expansivo puesto que la solución pretende ser integral frente a un problema que se plantea, en primera instancia, como complejo. En los Centros Integrales se trabaja desde la prevención y la asistencia a mujeres que sufren o hayan sufrido violencia de género. Se atiende al ecosistema de salud, cuando se brinda espacio también para la atención de hombres violentos. Se pretende, de esta manera, la transformación de las condiciones de vida de las mujeres en sus actividades diarias. El Centro Integral de la Mujer señala que concepto que da forma al trabajo es la intervención planificada. Los equipos están integrados básicamente por psicólogas, trabajadoras sociales y abogadas, médicas, antropólogas, sociólogas, psicólogas sociales, psicopedagogas y politólogas. Queda, como se ha mencionado anteriormente, brindar mayor capacitación a todos los Profesionales de la Salud que atiendan casos de violencia doméstica.
El 17,6% de la población de la Ciudad de Buenos Aires accede sólo al Sistema Público de Salud[7]. Un dato a remarcar es que el 48,6% de la población que pertenece al primer quintil de ingreso per cápita familiar, sólo accede al sistema público. Por lo que el abordaje de la problemática que constituye la violencia doméstica hacia mujeres debe ser planteado desde el Sistema de Atención de la Salud, cubriendo el Subsistema Público, Privado y de la Seguridad Social.
En una encuesta sobre Detección de Violencia realizada a todos los profesionales de la salud de los Centros de Salud y Acción Comunitaria de la Ciudad de Buenos Aires que reciben en consulta a mujeres mayores de 21 años, el 49,7% de los encuestados señaló tener pocos o insuficientes conocimientos relacionados con la violencia basada en género[8]. Este dato da cuenta de la necesidad de brindar capacitación a todos los Profesionales de la Salud de la Ciudad de Buenos Aires, para lograr mayor efectividad en todas las acciones propuestas en el marco de los programas desarrollados por el Ministerio de Salud y el Ministerio de Desarrollo Social. Es cierto que cada vez hay más programas desarrollados para abordar la problemática y brindar apoyo real a las víctimas, sin embargo los datos sobre la violencia doméstica siguen siendo alarmantes. Se requiere aún más y mejores respuestas, por parte en primera instancia del Estado, y de todos los actores que construyen la sociedad.
Los profesionales de la psicología pueden desarrollar su servicio en cualquier programa mencionado. En todo lo que se refiera a transformación social, modificaciones de creencias o representaciones que posibilitan la violencia doméstica, cambios de conductas, contención emocional, psico-educación, trabajos con familias. El aporte de los psicólogos dentro del marco de la APS, debe ayudar a la comprensión de los determinantes que favorecen la erradicación de la violencia doméstica y los que estimulan el respeto por la vida. También debe fomentar comportamientos y relaciones sanas y mantener una perspectiva que respete la diversidad cultural, brindando información necesaria para que la población conozca sus derechos y generando la posibilidad de un cambio respecto a la desigualdad.
Acciones para abordar la problemática de violencia doméstica:
- Proponer talleres con actividades donde se debata sobre el rol de la mujer, la representación social de la violencia y las desigualdades entorno a las diferencias de género en escuelas, instituciones públicas, centros de recreación, etc.
- Campañas de concientización en medios de comunicación acerca de los determinantes que favorecen la aparición de violencia doméstica.
- Crear redes de contención para las víctimas en el primer nivel de atención desde que las víctimas se acercan a los centros de salud en adelante, dotándolos de recursos humanos calificados para recibir a las víctimas.
- Ofrecer asistencia psicológica individual, familiar e institucional para las víctimas, agresores y familias.
Desde el Estado:
- Garantizar:
- el seguimiento de todas las denuncias realizadas.
- el cumplimiento de los derechos promulgados en la Ley Nacional de Salud Mental.
- la seguridad y la protección de las víctimas.
- la disposición de un Profesional de la Salud, en particular de la Psicología, para recibir la denuncia.
- Facilitar:
- un protocolo informando determinados pasos a seguir para denunciar la violencia doméstica sufrida.
- todos los trámites que debe realizar la persona que denuncia, capacitando a todo el personal administrativo (jurídico y policial) que recibe a la víctima.
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LIC. FEDERICO CARREÑO
Especialista en Psicología Clínica
M.N 69.864