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Salud mental ¿Existe una sola?

La forma de pensar la salud mental determina cómo intervenimos los profesionales de la salud mental.

Es muy fácil encontrar imágenes de cerebros cuando se habla de salud mental. En ese caso, deberíamos hablar de la salud del cerebro, como órgano. La salud mental no es un estado único, ni es la simple ausencia de trastorno o patología. Es un concepto que se refiere al bienestar emocional y psicológico de un individuo, grupo o sociedad. No resulta muy útil limitarlo al cerebro o al inconsciente.

Cuando hablamos de salud en general, se trata de un proceso salud-enfermedad: dos polos opuestos que trazan un continuo de estados. Uno puede estar más o menos sano. Existe una multiplicidad de factores que puede determinar en qué punto de este continuo se ubicaría a una persona o comunidad: factores psicológicos, biológicos, relacionales, comunales, globales, etc. En un polo estaría la salud total y absoluta, y en el otro extremo, la muerte. Durante toda la vida las personas vamos transitando por distintos estados de salud-enfermedad.

Salud es la situación de relativo bienestar físico, psíquico, social y ambiental –el máximo posible en cada momento histórico y circunstancia sociocultural determinada-, considerando que dicha situación es el producto de la interacción permanente y recíprocamente transformadora entre la persona (entidad bio-psico-socio-cultural) y su ambiente humano (entidad bio-fisico-química, psico-sociocultural y económico-política), teniendo en cuenta que estos componentes integran a su vez el complejo sistema de la trama de la vida.”(Martin De Lellis)

Lo normal es construido históricamente

No existe una persona sana mentalmente y una persona enferma, una “normal” y una  “trastornada”. Los criterios diagnósticos nos permiten entender mejor qué le puede estar sucediendo a la persona que tiene determinados síntomas. Por ejemplo, una persona con Condición de Espectro Autista (C.e.a.) tiene una forma particular de interactuar, comunicarse y pensar. Puede compartir algunas características con muchas otras personas con el mismo diagnóstico, y ser muy distinta en otros aspectos. Evitar la utilización de comparación entre “personas C.e.a.” y “personas normales”, es un gran paso para que se comprenda que las personas no son diagnósticos, no son trastornos ni categorías con piernas. En la misma investigación científica que comparte esta perspectiva, se utilizan comparaciones para estudios: personas con C.e.a, personas sin C.e.a. Para llevarlo a otro ámbito (sin esta iatrogenia por etiquetación), podemos pensar en “Personas con cabello rubio” y “Personas sin cabello rubio”. En esta última categoría, se incluyen a todas las personas que no comprende la primera. No convierte a ningún grupo en “normal”. Asimismo, no existe una forma “normal” de interactuar, comunicarse y pensar; sí la construcción cultural de parámetros que considera normal. Este criterio se modifica de acuerdo a cada cultura y época. Muchas veces la comunidad científica ha establecido “Esto es así”, luego de unos años se contradice, proclamando “Esto es así”. De esta forma, un “retrasado mental”, se convirtió en un “T.G.D” (Trastorno Generalizado del Desarrollo), luego en “Autista”, posteriormente en TEA (Trastorno de Espectro Autista), y últimamente se opta por “C.e.a”.

Esta perspectiva incide en el modo de abordar las problemáticas que tenemos desde el campo de la salud. Si un profesional de la salud ve “categorías con piernas”, nunca va a conectar con la persona que tiene enfrente.

¿Y qué es “lo mental” de la salud?

Desde la perspectiva sistémica, la mente es una propiedad emergente de un proceso interaccional entre los fenómenos bio-psico-sociales. La mente no es el cerebro, ni está en el cerebro, es una propiedad emergente de la interacción entre el cerebro y todo lo que podemos entender por contexto. Es por tanto que este bienestar emocional y psicológico que llamamos “salud mental”, va a depende de esta relación. Tendremos a disposición la medicina, la psiquiatría y la neurología para abordar los aspectos biológicos, y la psicología que se va a dedicar del comportamiento, siempre entendiéndolo en términos relacionales: la relación con uno mismo y con los demás.

El psicólogo atiende los fenómenos y factores psicosociales que indicen en la salud mental, determinando emergentes e interviniendo en ellos. Tiene que considerar la mayor cantidad de fenómenos que pueda: biológicos, psicológicos, vinculares, sociales, culturales, económicos, etc. Por este motivo, el trabajo interdisciplinario es fundamental para abordar la salud mental en su complejidad. La salud mental debe ser considerada como un conjunto de cualidades sistémicas complejas y un fenómeno multidimensional.

LIC. FEDERICO CARREÑO
Especialista en Psicología Clínica
M.N 69.864

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